SI A ESTE MILITAR LE LLAMAS BORRACHO (porque lo está obviamente), SE LEVANTA, TE AMENAZA CON ESE FUSIL, TE ABOFETEA Y DICE A SUS JEFES QUE HAS INSULTADO AL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, JEFE DE ESTADO, PRESIDENTE FUNDADOR DEL P.D.G.E Y ROMBE-BRAGAS,
OBIANG NGUEMA MBASOGO,
Y ELLOS TE ENCARCELAN EN NOMBRE DE LA DEMOCRACIA, DESARROLLO Y BIENESTAR
Confusión en la “Superioridad”
Decir a los mandos de las FAS y a los aspirantes a esa noble profesión que enfrentarse a un enemigo decidido y bien armado puede llegar a ser una cuestión de vida o muerte. Dicho de otra manera: pertenecer a las fuerzas armadas debe tratarse como un asunto serio. Para ello, necesitamos verdaderos pensadores en la cúpula militar que traten el asunto con rigor. Los mandos deben tener la iniciativa de mejorar cada día y para ello deben ponerse casi de inmediato a resolver problemas que en el pasado no se ha hecho más que ignorar.
Una de las mayores sorpresas con las que nos encontramos, cuando nos ponemos a observar a los militares, es el no respeto a la jerarquía. Hemos visto a capitanes que van a pie, mientras que hay sargentos a los que no les falta absolutamente nada. Hemos visto a militares subalternos retando la autoridad de un mando superior, sin consecuencia alguna. Muchos militares están acostumbrados a pasarse olímpicamente de la ley y no pasa absolutamente nada. El problema, nos dicen los entendidos, viene de la mismísima cúpula militar. O sea, supongamos que X es Ministro de Defensa (hermano del Presidente); Y es Vice-Ministro de Defensa (primo directo del Presidente) y Z es Secretario de Estado de Defensa (sobrino “predilecto” del Presidente). Hasta aquí todo bien. Entonces, viene el Presidente de la República, quien es el Comandante Jefe de las FAS, y mantiene reuniones raras, por separado, con dirigentes del ministerio en cuestión, a espaldas del ministro X. Un ministro X en cuya mente nadie le puede exigir nada porque es un súper ministro.
Al Vice-Ministro Y lo dice el Comandante Jefe de las FAS:
“Tú eres el que realmente manda en ese ministerio, eres el verdadero responsable, por eso te he puesto allí.
También llama al Secretario de Estado Z y le repite el mismo rollo:
“Tú eres el que realmente manda en ese ministerio, eres el verdadero responsable, por eso te he puesto allí.
“¿Confusión en el seno de su propia familia?” Preguntaría cualquiera.
“Parece mentira”, nos dicen, “pero así es”.
¿Y cuál es el resultado? Una confusión total en esa secta llamada “Superioridad”, donde nadie sabe a qué atenerse; las normas no son para todos; el ordenamiento militar sirve para burlarse de, poner en ridículo a, humillar a los “extranjeros” (esos guineanos que no son de la familia del Presidente, según las declaraciones del mismo Presidente en la TV África24) y un código militar que “premia a los malos y castiga a los buenos”. Ahora se da en nuestro país el fenómeno que los fang llaman ‘a-nan-moweiñ’. Se trata de una serie de militares, graduados o no, a los que no se les permite, para nada, ejercer su mando como militar. A un a-nan-mowein’ lo das una bofetada o patada, le das otra y nadie viene a preguntarte por qué. La “Superioridad” parece estar convencida de que la distancia en parentesco entre esos oficiales y los oficiales oriundos de Mongomo es demasiada: suelen ser primos lejanos, cuñados buscavidas, hermanos de pueblo y el grupo más numeroso está formado por esos hijos que son’ (la tía de tal…) tuvo en Buyok (palabra fang para Gabón). Un coronel baneino (de Baney) al que no vamos a nombrar aquí, está destinado en una localidad del interior del país. En un intento de disciplinal a un soldado este le dijo: “¿eres un bubi y nos quieres venir a mandar aquí?”
Hasta donde sabemos en la Radio Macuto, el Coronel sigue coronel y el soldado sigue soldado, como si no hubiera pasado nada. La confusión es tal que, según las sabias orientaciones que recibe el soldado de la “Superioridad”, obedece las órdenes de ciertos mandos y a los demás oficiales de la misma graduación, los ‘a-nan-mowein’, ni los ve. Más de una vez los oficiales ‘a-nan-mowein’ se han quejado de que hay una buena porción de soldados que solo cuadran a aquellos oficiales con los que forman parentesco. Es casi ya una NORMA: en las fuerzas armadas de Obiang Nguema Mbasogo, quieres correctamente tu trabajo, se te recuerda tu grupo étnico, se te recuerda tu ayong (tribu), se te recuerda que no eres de Mongomo o si lo eres habría que ver si eres de Ongo-ete o de Ongo-ayat. O sea, un ejército de PERDEDORES. Ante tanta indisciplina, si aparece alguien que quiere aparentar que están en un ejército normal y quiere aparentar poner orden, los chavales solo responden con una pregunta: “¿Por qué no nos dais de baja y nos vamos a Adjia (al pueblo) que es de dónde venimos?” El lado negativo de esta manera de gestionar las FAS tiene un lado oscuro o una desventaja: una vez, un soldado se negó a llevar a cabo una misión difícil, alegando que su hermano (que era mayor y dio la orden), quería provocar su muerte para “heredar” a su mujer (que era más joven), siguiendo la tradición. La confusión es total: unas FAS tribal lo llaman FAS nacionales.
En vez de tener a gente trabajando para el bien común, cooperando y ayudándose entre ellos, en la cúpula de un ministerio tan estratégico como el de la Defensa Nacional, tenemos a unos señores que se dedican, toda una vida, a tocar los cojones a los demás, a chivatear, a acusarse mutuamente ante el Presidente, a ponerse trampas, etc, etc. para luego escalar. A parte de que cada uno puede perfectamente imaginarse el resto, ¿cuántas veces no hemos oído hablar de que tal o cual pez gordo no se encuentra en su oficina en Malabo o Bata sino en Mongomo, porque alguien lo había acusado ante el Jefe? El chivatismo y las acusaciones mutuas, no solo se están convirtiendo en un arte en nuestro país, sino se están hasta refinando. ¿Quién no ha oído hablar de un súper hombre en Malabo que cuando te enterabas de que era él quien te había acusado ante el Jefe solo tenías ganas de buscar el sendero que lleva al exilio o una soga y acabar con tu propia vida, por lo bien que lo hacía? La confusión en la superioridad es la de San Quintín. El ministro se encuentra más de una vez confrontado a su Vice-Ministro (en la inmensa mayoría de los casos, se tratan de primos, tío y sobrino o viceversa y a veces son amigos íntimos) ante el propio Jefe del Estado para que explique el por qué de tanta simpatía con el hermano o hermana de tal conocido opositor, por ejemplo.
Es muy frecuente en nuestro país levantase una mañana y ver el barrio, poblado o un campamento militar rodeado de hombres uniformados. Sin necesidad, a veces, de preguntar, ya sabes que se está buscando a un sospechoso de intento de golpe de estado. En una situación así, la confusión es total: ves a hombres de la marina, gendarmes, policías de orden público, hombres de las fuerzas aéreas, policías de tráfico, etc. Y te preguntas, ¿cómo se puede ser así eficaz? En más de una ocasión, se han llevado así a sospechosos y han desaparecido. ¿En manos de quién? Hay gente que se ha atrevido a interesarse por familiares que consideran inocentes y se han encontrado solo con desmentidos oficiales, amenazas, bloqueos, etc. por parte de los mismos mandamases de las FAS.
Una falacia que se ha generalizado es que estamos construyendo nuestro país. ¿Puede un país tener como fundamento la confusión, el ánimo de ocultar siempre la verdad o la impunidad institucional? No es posible que, sin una orden judicial, cualquiera tenga la potestad de detener y encerrar a un ciudadano de este país ni mucho menos hacerle desaparecer de la circulación para siempre, muchas veces, por el capricho de una sola persona, por muy general que fuera. Para nosotros sería un paso, casi titánico, si sabiendo que se han llevado los militares a un familiar o amigo, supiéramos si habría que buscarlo en un campamento de las fuerzas aéreas, de la policía o de la gendarmería. Todos detienen y sus jefes no son responsables de ninguna de esas detenciones: nunca saben nada, no están para escuchar o ayudar a nadie y actúan como si trabajaran para servirse a sí mismos.
Observen que en nuestro país los policías de tráfico, por ejemplo, están muchísimo más preocupados por interpelar y sacar dinero a los extranjeros, que regular el tráfico urbano, como si no existiera la policía de inmigración. Cuando el policía de tráfico tiene más interés en sacarle dinero al ciudadano a que éste tenga sus papeles en regla, entonces, no está muy claro si trabaja para el Estado o para el beneficio de su propio bolsillo. Necesitamos mandos militares que estén constantemente en busca de oportunidades para mejorar su sector porque no hacer nada, a la larga, también tiene su precio. Cualquier defensor de la dictadura te hablará de las bonitas normas que existen, de cómo está prohibido sacar dinero a los conductores o pasajeros, de cómo nadie está por encima de la ley, etc. Sin embargo, nadie tiene la iniciativa de ir a la raíz del asunto, que es interesarse de cómo viven los miembros uniformados en nuestro país. La falta de liderazgo en las FAS es una especie de calamidad nacional.
Antes de la creación de la CENEDOGE, la vieja sección de Identificación en la comisaría central de Malabo fue un reflejo fiel de la confusión que hay en la “Superioridad”. El caos fue tan inmenso que alguno lo comparó una vez con un festival. Un joven, seguramente de esos ecuatoguineanos llegados de Gabón (tienen fama aquí de ser muy atrevidos expresando lo que sienten), sin mucha idea de cómo funcionan las cosas en Malabo, se dirige a una mujer policía en los siguientes términos y en fang:
“Creo que lo que hacen ustedes aquí es un verdadero abuso. El papel de la pared dice que el carnet de identidad cuesta 4.500 frcos. Usted me ha cobrado 30.000 para que lo tuviera de urgencias, ¿y ahora debo darla más 10.000? No, señora. Usted me devuelve los 30.000 ahora y me olvido de usted”.
La historia real era un poco más larga pero vamos a lo esencial.
La mujer se puso a gritar, negando, básicamente, haber recibido un solo franco del bandido ese de Gabón (así lo llamó ella), al momento que lloraba abiertamente y llamaba como testigos a sus compañeros policías. Le dieron al joven una recepción con sonoras bofetadas y continuaron golpeándole como si quisieran matarlo. El mismo jefe del departamento se interesó por el alboroto y como respuesta se dispuso a propinar bofetadas y patadas al joven y al final ordena que se lo lleven a los barracones de policía para encerarle. Los hombres que se dispusieron a llevar a la fuerza al joven a los barracones eran dos y lo curioso es que solo uno era miembro de la policía de Identificación, el segundo era un conocido policía de tráfico que estaba de paso. En un lenguaje llano: un jefe de la policía encabeza, ante todo un público, una arbitrariedad, y como si no hubiera pasado nada.
Cuando un militar cualquiera se siente con tanto poder como para aterrorizar a todo un poblado o una vecindad, en cualquier momento, solo porque está armado, ¿de qué otra manera se puede poner en ridículo las retóricas de paz y de libertad de las que tanto se habla en la tele? Cuando un miembro uniformado cualquiera, se siente con tanto poder como ir repartiendo cachetes y patadas a civiles en el barco en el que viaja de pasajero, por ejemplo, con la excusa de poner “orden”, ¿qué piensan los mandos militares y los responsables políticos, que nadie pagará por las consecuencias de dichos actos odiosos? Cuando los militares me dejan cruzar la barrera porque hablo fang, sin importar lo que llevo en el maletero, ¿a qué categoría de seguridad se refieren?
La confusión es demasiada. Con los militares no sabe uno a qué atenerse, tal y cómo están las cosas. Veamos el relato de un ciudadano anónimo en la ciudad de Bata:
“Voy conduciendo y me paro en un paso de cebra, evidentemente porque había tres peatones cruzando la vía entre ellos un niño de apenas 12 años. Detrás un coche de policía que violentamente me adelanta y atropella al menor, provocándole lesiones leves, el policía me acusó de haber provocado el accidente, porque he cedido el paso a peatones en un paso de cebra… me agarró la camisa y me sacudió, ver para creer hasta que milagrosamente se salvó el niño y me salvó a mí de una acusación tan surrealista y la cosa no pasó a mayores. No quiero pensar qué me hubiese pasado si el niño llegase a morir...”
Estamos a tiempo de corregir muchas concepciones erróneas, bien arraigada en nuestras FAS. Alguien deberá decir a nuestros militares, durante su formación, que la suya es una profesión noble. Una profesión que no tiene nada que ver con la criminalidad, la arbitrariedad, el bandidismo, la piratería, la estafa o el sabotaje de las instituciones que en su día funcionen para el bien común. Un general es humano y se espera que sea también caballero. Y si se equivoca, pide perdón. Civiles y militares debemos empezar a utilizar ya el mismo lenguaje, sobre todo el mismo vocabulario que a veces es la causa de desentendimiento entre civiles y militares.
Durante la administración colonial, si “insultabas” a un representante de Franco (era un gobierno militar), se te aplicaba la pena correspondiente, con la diferencia de que en la colonia el castigo se exageraba y se prolongaba más. El insulto podría también constituir contradecir a la autoridad de turno, muchos de ellos actuaban con toda la arbitrariedad del mundo y favorecían la impunidad. Esas actitudes sirvieron de base, en su momento, a los padres de la independencia para justificar su lucha contra el colonialismo. ¿Cómo es que más de cuarenta años después, cualquier civil sale mal parado por haber llamado estúpido o borracho a cualquier persona uniformada realmente estúpida o borracha? Durante la colonia, antes de 1968, implicaba llamar estúpido o borracho a Francisco Franco, once años después implicaba llamar estúpido o borracho a Francisco Macías Nguema y desde 1979 el delito es contra el Presidente Teodoro Obiang.
Hay gente que ha perdido la vida por trivialidades parecidas. Un civil, a veces, mal educado, llama estúpido o borracho a un uniformado. El uniformado, con todo el tiempo necesario, como si no tuviera otras obligaciones, reúne toda la fuerza de la que es capaz y lleva al civil a la comisaría más cercana y lo acusa ante el comisario de haber “insultado” al Presidente de la República. A igual que las autoridades coloniales, nuestras FAS tienen fama de no investigar alegaciones y de mentir. Ante la mentira del uniformado el civil querrá expresarse y le harán callar a bofetadas. A igual que las autoridades coloniales, lo hacen pagar primero una multa arbitraria y lo sueltan cuando les parezca, si es que no lo matan primero por esa trivialidad. Aquí tenemos a un uniformado mentiroso, torturador, ladrón y asesino que nos deja una sola opción: callarse. ¿Quién quiere una sociedad así para sus hijos? ¿Quién?
Hay situaciones en las que los militares han sido realmente insultados o humillados, y de manera injusta. Si los insultos venían del Presidente de la República o de algún pez gordo del sistema, los militares se callaban. ¿Qué listillos, no? Sin embargo, si los insultos venían de un civil ordinario, respondían con una fuerza excesiva e innecesaria. Hay que decir a los militares que, en un Estado de Derecho (aunque el nuestro lo es de nombre), uno de esos que se rigen por el imperio de la ley, nadie tiene derecho a insultarles pero si un militar o un grupo de militares se siente injustamente insultado o humillado tiene derecho a quejarse o incluso pedir una indemnización. ¿Vengan de donde vengan los insultos o las humillaciones? De eso ya se encargarían los Tribunales, cuyas decisiones deberán respetar todos los ciudadanos, desde el Presidente de la República hasta el último ciudadano. Así evitamos que todo aquel que aspira a ocupar posiciones de poder deje de hacerse ilusiones de abusar de su autoridad porque tendría que vérselas con la ley y evitar también que ciudadanos, a veces ordinarios, dejen de ajustar cuentas con sus vecinos (a veces matándolos) en nombre del Presidente de la República. Ha muerto gente en situaciones que tenían un arreglo pacífico.
Fíjense que el fin por el que se pedía la independencia era para vivir una vida pacífica, armoniosa para todos y muy lejos del yugo colonial. Sin embargo, han pasado más de cuarenta años y nuestra sociedad parece más dividida que nunca. Y cada colectivo parece vivir en su propia república, rigiéndose por sus propias normas, unas normas extrañas que no tienen nada que ver con un estado de derecho. Nuestra sociedad debe tener como base el respeto mutuo. Es verdad que los militares deben dejar de abusar de los civiles, amenazándoles con sus armas y a veces matándolos impunemente pero también los mandos de las FAS y todos los aspirantes a esa noble profesión deben poner interés en preocuparse mucho más por los miembros de los cuerpos uniformados, como individuos, como seres humanos que son porque la vida que llevan es causa de todos los males que planean sobre esa noble institución.
Desde el punto de vista moral, no debe subestimarse la rabia que sentimos cuando los militares nos vacían los bolsillos de lo poco que llevamos, aprovechándose de nuestra impotencia y de la inactividad de la Justicia. Los autobuses de las empresas que operaban en las obras de construcción en SIPOPO-PORNO, a pocos kilómetros de Malabo, transportan todas las mañanas a sus empleados desde Malabo a sus respectivas obras. Entre esos empleados había muchos extranjeros. A pesar de que cada mañana, y sin ninguna excepción, los militares los hostigan por el asunto de papeles, en las numerosas barreras montadas en ese pequeño tramo de carretea, los hay muy caprichosos que, hay días que anuncian, ante tantos testigos, que no quieren controlar los permisos de residencia sino cobrar mil o dos mil francos a cada extranjero. Los hay que se han negado a pagar, los han bajado del autobús, los han montado una buena paliza y han obligado a los autobuses marcharse sin ellos abordo. Dicho con otras palabras: un robo abierto, perpetrado a mano armada por unos señores cuyo cometido debería ser otro. En una reunión con policías, un antiguo Ministro de Justicia Nigeriano, llamado Bola Ige, les dijo, a modo de maldición,
“…ese dinero que quitáis a la fuerza a la población, lo utilizareis para enterrar a vuestros hijos”.
La confusión en la “Superioridad” es demasiada. A primera vista, está claro que la confusión está ingeniada por la “Superioridad”. Para todo aquel que ha podido ojear los manuales de formación de su personal y mandos, podrá observar que son los mismos cursos de formación que se imparten en occidente para soldados y sus mandos. Sin embargo, hay algo que no cuaja. En las FAS, cuantos más galones tienen más tontos parecen; hemos observado a oficiales de alto rango hablando como idiotas, su razonamiento es muy pobre y tienen serias dificultades para leer ante un tribunal. Un oficial tipo a-nan-moweiñ’, ante Radio Macuto:
“¿Quieres modernizar las FAS? Te dicen que no sirves para el mismo; te pones de “malo” y asciendes como Napoleón; ¿quieres salir de forma voluntaria del cuerpo? te dicen que tienes otras “intenciones”; algo que nunca nos dicen y deberían decir a los aspirantes es que las FAS, tal y como las tenemos son una trampa mortal para su personal.
CONTINUARA...
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