Por: Sir
Lucky Dube
CIUDADANO Y COMUNICADOR
“La enfermedad del ignorante es
ignorar su propia ignorancia.” –Amos B. Alcott.
El otro día, echando un vistazo por la web de Diario
Rombe, me encontré el comentario de una maestra que reside en Guinea.
En el encabezado del comentario se podía leer «Hambruna en Guinea Ecuatorial»,
y más abajo ponía lo siguiente: «Señores, soy maestra. En estos momentos muchos
niños están pasando hambre en Guinea Ecuatorial. Algunos me comentan que sólo
comen una vez al día y que no toman leche. La situación es grave. Pedimos ayuda
a las ONG’s que colaboran con Guinea Ecuatorial.»
En un vano esfuerzo de entender la lógica en virtud de
la cual funcionan los dictadores africanos, especialmente el nuestro, a veces
pienso, por poner un ejemplo, que en agosto del '79, en las circunstancias
propicias, quizá yo también habría acabo siendo un dictador, o al menos habría
acabado siendo catalogado como tal. Pero luego pienso que el nuestro es un país
de apenas 800.000 habitantes (que en 1979 eran menos de la mitad); pienso en la
cantidad de recursos naturales, materiales y humanos que hubo, que hay y que se
han despilfarrado y no puedo evitar concluir que lo de Obiang no hay por donde
cogerlo. La maldad no basta para explicarlo. Estoy convencido de que se trata
de una mezcla perfecta de maldad, estupidez y supina ignorancia. De una
profunda cerrilidad y una mediocridad cuyos límites tienden al infinito. Que en
Guinea Ecuatorial hayan niños pasando hambre es algo que no tiene perdón de
Dios. Se me han agotado los calificativos para definir a un régimen que de
todas las formas posibles que tenía de cagarla eligió la peor de todas.
Hace algún tiempo acuñé el término «Neciocracia» para definir al «gobierno de ignorantes» que nos ha
tocado en desgracia. El invento no tiene más mérito que el de sustituir la
palabra ignorante por uno de sus
sinónimos que, en este caso, es la palabra necio.
Parafraseando a Arturo Pérez-Reverte, uno de mis escritores de cabecera, «más
miedo me da un imbécil que un malvado, porque con dedicación y ejercicio un
imbécil puede convertirse en el peor de los malvados, precisamente por imbécil.»
Y es que tengo el convencimiento, que antes era una sospecha, de que en los
diferentes gobiernos que ha ido formando Obiang en los insufribles treinta y
siete años que lleva vigente su régimen, las dosis de ignorancia y estupidez
superan con mucho las de maldad –que de esas tampoco andan cortos Obi G & Company–.
Para soportar mis argumentos tiraré de algunos ejemplos, en aras de dilucidar
un poco el asunto.
El primer
ejemplo, por su obviedad, es casi una perogrullada. Los líderes mediocres
suelen rodearse de subalternos todavía más mediocres. Es evidente que Obiang ha
ido asesinando, encarcelando y/o exiliando a las personas más y mejor
preparadas del país. Puestos que debieran estar ocupados por personas cultas,
lúcidas y clarividentes están ocupados por mediocres e ignorantes: Tontorín
Nguema Obiang (que no es más tonto porque no entrena) y Lucas Nguema Esono son sólo
dos ejemplos de una larga lista de parásitos incompetentes. La segunda prueba de que nuestro gobierno
acumula toneladas de estupidez e ignorancia podría ser el criterio de elección
o selección de los sectores o proyectos en los que se gasta el dinero público: palacios
presidenciales y mansiones privadas prácticamente por todo el país; campos de
golf nada rentables porque no se utilizan más que un par de veces al año; campos
de fútbol que tampoco son económicamente rentables porque nunca se llenan; inacabadas
ciudades fantasma en mitad de la selva de las que tampoco parece que se vaya a
obtener rendimiento económico alguno a corto o medio plazo. Son tan estúpidos que
a causa de una rabieta infantil causada por la vergüenza de ver el ridículo de
Eric Moussambani en Sidney ’04, hicieron construir dos piscinas olímpicas en un
país donde la afición y la práctica de la natación son prácticamente
inexistentes. Nuestra neciocracia, por supuesto, justifica todo ese dispendio
con una palabra: Infraestructuras.
Es la palabra mágica. El mantra en virtud del cual se justifican los elefantes blancos del Sr. Obiang. Excuso
decir que todo ese despilfarro ha tenido lugar en un país donde en cuarenta
años no se ha construido más de un instituto público de enseñanza secundaria;
nuestra universidad no sale en los rankings de las peores universidades de
África porque ni siquiera está considerada como tal; no hay una sola librería
en todo el país –excepción hecha de los centros culturales español o francés,
que como indica su propio nombre, son español y francés–; en los hospitales
públicos (por llamarlos de alguna manera) los pacientes están bajo condiciones
verdaderamente infrahumanas cuando, recordemos, Obiang y la víbora de su
primera dama han construido, con dinero público, modernos centros médicos que
ahora funcionan como hospitales privados únicamente accesibles para las pocas
personas que gozan de buena salud económica. El disfrute de los suministros de
agua potable y luz eléctrica de forma regular es casi una quimera. La ciudad de
Bata, por ejemplo, lleva más de tres meses a oscuras. La falta de carburante y
combustible se ha agudizado de forma alarmante en un país que, no lo olvidemos,
tiene el cartel del tercer o cuarto productor de petróleo del continente.
Agricultura o pesca tampoco parecen ser sectores que nuestro gobierno considere
necesario potenciar.
Tercera evidencia. En el año 2012, el Sr.
Obiang, nuestro genio de las finanzas, viaja a China para suplicar un préstamo
de 2000 millones de francos. Y entre las condiciones que firma o le hacen
firmar para beneficiarse del crédito figura una bastante curiosa. Y es que
Obiang está obligado por contrato a gastar el dinero que recibe de China en
obras ejecutadas sólo por empresas chinas, cuya política de contratación
excluye a la mano de obra nacional. Dicho otro modo, pides prestado un dinero
que, en teoría, vas a utilizar para aliviar el problema de paro y de
precariedad laboral que sufre tu población. Pero para conseguirlo accedes a
firmar unas condiciones según las cuales se les niega a tus ciudadanos la
posibilidad de ser contratados… Y así, nos encontramos con que los chinos nos
han prestado un dinero que vamos a utilizar para pagar a las empresas chinas
que vayan a ejecutar unas obras en las que, por contrato, no se puede contratar
a guineanos. Mientras tanto, el paro no para de crecer en Guinea. ¿Es o no es
de estúpidos? Por cierto, huelga decir que la razón fundamental por la que se
va a China a pedir créditos es que el gobierno Chino se pasa literalmente por
el foro el incumplimiento de los DDHH.
La sobradamente demostrada incapacidad de gestión de
nuestro gobierno será la cuarta
prueba. Un par de datos para entendernos. Verán, Guinea Ecuatorial es un país
cuyo PIB entre 1999 y 2009 sólo había ido in
crescendo, obviamente gracias a los ingresos procedentes de la producción
del petróleo. El 2012 fue nuestro mejor año, alcanzamos un PIB de más de 14.000
millones de euros. A partir del año 2013 nuestra economía empezó a desacelerar
y la caída del precio del petróleo está terminando de hundirnos. Cierto es que
Obiang no tiene la culpa de la caída del precio del crudo, pero sí la tiene de
que seamos una economía absolutamente dependiente de ese sector productivo. En
1999 nuestra deuda soberana era de 418 millones de euros, una cifra que se ha
triplicado en los últimos años. En 2014 ascendió hasta 1.402 millones de euros.
No soy economista ni nada por el estilo, pero parece lógico que cuando aumenta
la deuda pública también aumenta la deuda per
cápita. ¿Cómo puede explicarse que
nuestra deuda pública sea tres veces mayor en el periodo de mayor bonanza del
país? Creo que la respuesta a esa pregunta está en palabras como
corrupción, latrocinio, expolio, despilfarro, malversación, blanqueo de
capitales, ausencia total de un sistema fiscal y tributario, mediocridad,
estupidez, ignorancia, incompetencia… y algunas cuántas más. Por cierto, quien
quiera corroborar los datos, no tiene más hurgar en archivos de Naciones Unidas, FMI, Banco Mundial o Datosmacro. Está todo en internet.
Otra prueba palmaria de la estupidez nuestra
neciocracia son sus célebres discursos. El «un señal» de Fidel Marcos; el «2222»
de Cayo Ondo Mba; La excelentísima
definiendo a la mujer guineana como «dulces
como una piña»; el «es lo que hay»
de Ruslán Obiang; Purificación Angue y sus tardes tomando «Grand Marnier» en Sipopo; los «50
cebúes para que os coman» del Tontorín o el «hay que cortarles el tendón» del propio Obiang… son sólo algunas de
las perlas literarias de los grandes oradores que tenemos por dirigentes. Más
allá de la broma que se pueda hacer con todo esto, creo que ha quedado bastante
claro que la mediocridad, la estupidez y la ignorancia son la cualidad
principal de la neciocracia de nuestro país. Así se explica la atroz persecución
que sufre todo lo que huele a educación y cultura en Guinea Ecuatorial. Así se
explica que se trate de cerrar la Casa de la Cultura de Rebola. Y así se
explica que el régimen no pare de producir generaciones enteras de jóvenes y
adolescentes totalmente acobardados,
asustados y atemorizados por todo lo que es político. Jóvenes y no tan jóvenes
que se supone que en un futuro asumirán las riendas de ese país… Dios –si existe– nos pille confesados.
Somewhere in South Africa
Sir Lucky Dube
¡One Love!
P.D.: ¡Ojo! Que digo que son mediocres, imbéciles y
supinos ignorantes, pero no digo que sean tontos. No confundamos churras con
merinas. Nadie gobierna durante 37 años siendo tonto… y Tontorín es la
excepción que confirma la regla.
Que pena si es cierto por lo que explica es un pais de mediocres,cobardes e ignorantes( esos que gobiernan) pero el pueblo es tonto por dejarse mangonear aunque es cierto si have 37 años que esta ahi por algo sera.
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