martes, 31 de mayo de 2016

El político que vivió sin ruido y murió sin ruido.

Por Pedro Nolasco Obamfur


INMEMORIAM MIGUEL ESON EMAN

La prudencia fue su máxima y el coraje su gran virtud. Un político sin igual en el ya de por sí atomizado escenario sociopolítico guineano. Nos dejó el 29 de mayo de 2015. 

Encontrar hombres íntegros y políticos honestos en la maltrecha sociedad guineana es como buscar una aguja en un pajar. Sin embargo saber que gente como Miguel Eson Eman también formaron parte de esta sociedad, pero jamás se corrompió ni como hombre ni como político, incita la moral de quienes transitan y seguirán transitando ese sendero, siempre aparatoso y lleno variados obstáculos.

Nuestro primer contacto personal se remonta en verano de 1998 en casa de una amiga en común en Malabo, que nos amenizó aquella calurosa tarde con mucha comida y bebida. Nos juntamos alrededor de una docena de amigos y conocidos y en medio de tanta comida y bebida, llegó la hora de charlar sobre la situación del país. Eson Eman era una maravilla hablando de política con esa rabia interna que siempre decía le embarga sobre la situación del país. Fue mi primer contacto con él, si bien ya le había seguido a través de debates políticos en la televisión pública y en Radio Exterior de España.

En 1999 vio imposible la cristalización de la democratización de Guinea Ecuatorial y el cambio de rumbo político. Fue de los primeros exiliados en llegar al país tras la proclamación oficial del pluralismo político a finales de 1991, amparado en el decreto de indulto y de amnistía publicado por el régimen para el retorno de exiliados políticos. 

No llevaba ningún  año en el país cuando una manifestación estudiantil de finales de 1992 encolerizó al régimen a extremos de desencadenar masivas detenciones contra líderes políticos y religiosos, que fueron encarcelados en condiciones infrahumanas y torturados inmisericorde durante más de una semana, hasta que intervino la comunidad internacional. Todos salieron de los calabozos demacrados. Miguel hizo una foto con la ropa y los pantalones rotos, signo de la brutalidad policial. Me lo enseñaría en su casa de Madrid, cuando me sumé al exilio, obligado por el régimen.

El líder y fundador de Acción Popular de Guinea Ecuatorial, APGE, en ningún momento se arrepintió de haber pasado nueve años en su país, intentando forjar junto a otros, una transición democrática que nunca hubo. Todo lo contrario, lo tendría en sus anales como sus mejores experiencias como político, desde que en 1974 abrazó la lucha por la democratización del país, entonces en manos del primer déspota Francisco Macías Nguema, destronado en una revuelta palaciega de 1979 por su sobrino y actual tirano, Teodoro Obiang Nguema.

Sólo un tratado histórico podría hacer balance de la odisea de Eson Eman durante su estancia en Guinea. Mientras el régimen se mantenía en sus trences, mostrando nula voluntad política para la democratización del país, muchos de sus propios compañeros tampoco estuvieron a la altura para presionar al régimen. Aquello fue un “totum revolutum”, solía decir. 

Su visión política, sumado a su coraje y grandes dotes de virtud como líder político se manifestó en varias ocasiones, lo que le granjeó la dignidad y la integridad dentro de la oposición en su conjunto. Contrariamente, esos valores no serían suficientes para los dirigentes de los partidos que se creían más grandes que otros y, en el peor de los casos, presumían gozar del apoyo económico y político del Gobierno español y de los dos partidos monárquicos, PSOE y PP. Así lo dejaron claro en un voluminoso documento publicado bajo el vergonzoso título: “los llamados a desaparecer”. O, sea, los tres partidos políticos que se creían más importantes que otros, que gozaban de parabienes de la vieja metrópoli consideraban como obstáculo en sus cálculos políticos y de asalto al poder a partidos, para ellos, minoritarios y sin apoyo neocolonial.

El líder de APGE, un personaje sin ápice de complejos de inferioridad ni menos de superioridad, leyó y pasó página, como si nada hubiera ocurrido. En 1995, participó activamente en la creación de la Plataforma de Oposición Conjunta, POC  y sería uno de sus importantes ideólogos.

Hay tres anécdotas que Miguel siempre gustaba recordar en su experiencia en el escenario político del país, no tanto para criticar a nadie, porque no era su naturaleza; ya que de por sí, el interlocutor haría la idea de que se trata de la ligereza que hace de nuestros políticos víctimas de la maquinaria gamberrada del régimen de Teodoro Obiang.

La primera anécdota se refiere a una reunión con el tirano y sus colaboradores para fijar la fecha de las elecciones municipales de 1995 que, por cierto, ganó la POC en casi todas las jurisdicciones electorales del país y conquistó la alcaldía de la capital, Malabo. 

El presidente convocó a toda la oposición para fijar la fecha electoral, que ya tenía bien programada. Propuso la fecha y la casi totalidad de la oposición se avenía a ‘si boana’. Eson Eman pidió la palabra y sugirió al presidente que se diera un descanso para que la oposición pueda reflexionar su propuesta. Obiang aceptó sin objeción.

En el petit comité, el líder de APGE a punto se escarmienta pero contuvo la emoción. …“¿Por qué queréis aceptar la propuesta del presidente? En política se negocia aunque estés de acuerdo con la otra parte y hemos venido a negociar, por tanto no podemos aceptar la fecha propuesta sin proponer nuestra contrapuesta y vamos a proponer una fecha distinta. Fijaron una fecha y al reanudar la reunión, ésta fue aceptada por Obiang sin ninguna objeción”… 

La segunda versa sobre las negociaciones Gobierno-Oposición para la formulación del “Pacto Nacional Vinculante”, un instrumento político para sentar las bases sobre diálogo y democratización, que nunca ha sido respetado por el régimen, lo cual es evidente a raíz de la supina ignorancia que mantiene sobre la Carta Magna y las leyes que emanan de ella. 

En fin, el líder de APGE solía recordar que llevaban como tres días negociando, en unas jornadas asfixiantes por los debates y la duración. No había ni agua y la gente se esforzaba en hablar tragando saliva. Al cuarto día, levantó la mano y se dirigió al moderador y primer ministro de turno, Siale Bileká. “Señor primer ministro, ¿no le parece una vergüenza y falta de consideración a esos trabajos? Se supone que que tanto el Gobierno como la oposición somos instituciones del Estado y aquí estamos reunidos para abordar temas del Estado, sin embargo no tenemos ni agua para beber”. La sala al unísono se levantó y aplaudió efusivamente la intervención de Eson Eman. 

El primer ministro tomó buena nota y al día siguiente no sólo hubo agua sino dietas y almuerzos durante el descanso.

De nuevo se evidencia claramente la ligereza y la sumisión de la clase política de la oposición guineana. Pero cuéntese lo que ocurrió días después una vez que partidos recibieran sus primeras dietas… uno de sus miembros se quemó a lo bonzo por el mal reparto de las dietas por su líder. Murió en el acto.

El plato fuerte de sus anécdotas, data en 1996. Es el año de las primeras elecciones presidenciales multipartidistas en Guinea Ecuatorial. La POC está a punto de estallar, porque los tres partidos que disputan la supremacía de la oposición no se ponen de acuerdo para la presentación de candidatura única. 

Las reuniones se suceden día tras día y como a Miguel le tocaba el turno de la coordinación, golpeó la mano sobre la mesa para llamar al orden y propuso que los tres partidos se enceraran, ellos solos,  en una habitación y que de allí no salieran hasta que llegaran a un acuerdo sobre el candidato idóneo, consensuado por las partes. Tenía que ser por la tarde, pero llegado el momento, ninguno se presentó. La POC se diezmó y el líder de APGE quedó muy tocado.

Continuará…


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