lunes, 24 de diciembre de 2012

¿LOS ECONOMISTAS SON PROFETAS? I

Hemos leído que China ha dado un crédito de 2000 millones de Dolares al Dictador;a muchos les ha sorprendido;  y las preguntas que hace Radio Macuto ( La mayor parte del personal está de Vacaciones) son : 
- ¿ A cambio de qué?
- El dinero que sale de las extracciones petrolíferas, no es Suficiente?
-No será que Guinea Ecuatorial ya está en crisis y alguien trata de esconderlo queriendo mantener el mismo tren de vida?..........

Son Muchas preguntas, que ahora mismo dejamos aparte por que os queremos ofrecer durante las fiestas, mientras tomen sus Champans y coman turrones, vayan echando un ojo a la Radio Macuto y, podrán leer y sacar vuestras conclusiones, una serie de artículos de Fernando Abaga Edjang...
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La Vanidad y la Crisis Nacional


En mi reciente artículo sobre las infraestructuras, dije, entre otras cosas y a modo de explicación de la enloquecida construcción de las mal llamadas “infraestructuras”, lo siguiente: “También hay que incluir el afán de ostentación, de fardar. Ciertos individuos se contentan con las alabanzas que reciben, concretamente el comentario escuchado con frecuencia en muchos países francófonos en el sentido de que ‘La Guinée Equatoriale c’est un pays en chantier’. Se sienten ‘grandes’, se les hincha el pecho. Y ahí termina todo, es la vanidad.” Aquí está el artículo para fácil referencia: http://www.guinea-ecuatorial.net/ms/main.asp?cd=ni7596 Dejé colgado de momento el asunto de la vanidad, sin profundizar, porque pensé que, por su importancia, se merecía un tratamiento más serio. La vanidad está en la base del caos que vivimos. La vanidad alimenta la enloquecida construcción de las “infraestructuras” así como la selección del tipo de “infraestructuras” que se construye. 

Es consecuencia de la vanidad la paradójica situación de que, mientras que la producción de petróleo se contrae y declinan los ingresos públicos, el ritmo de construcción de las “infraestructuras” no hace más que acelerarse, con una asignación creciente a los gastos de capital, lo cual se mantiene: a) sacrificando las verdaderas prioridades, b) agotando rápidamente las reservas acumuladas y c) endeudando el país. La fuerte resistencia a cortar la construcción de las “infraestructuras” para ajustarla la disponibilidad de recursos es una manifestación clara de que lo propulsa la vanidad. Intentare en este articulo explorar este tema y sus consecuencias.

La vanidad es uno de esos temas que fácilmente pasan desapercibidos y no se les otorga la importancia que se merecen. La atención se centra en otros asuntos sintomáticos y visibles como: la naturaleza del régimen político, las formaciones políticas, la legalización de los partidos políticos, las leyes, las negociaciones entre la oposición y el poder, el incumplimiento de los acuerdos, el tribalismo, la apertura política, la separación de la isla de Bioko del resto del país, las violaciones de los derechos humanos, etc. sin pararse a pensar mucho sobre por qué las cosas están tal como están, es decir la raíz del malestar. Precisamente, sospecho que la primera reacción del lector sería: “¿Y qué tiene que ver la vanidad con nuestros problemas?” Al igual que la respuesta dada por el Profesor Volio Jiménez a la antológica pregunta “¿qué tiene que ver la democracia con los derechos humanos?”, mi respuesta es, como se verá: ¡Mucho! Pero, antes de adentrarme en la cuestión, quisiera aclarar que utilizo con frecuencia los datos del Fondo Monetario Internacional porque en sus cuadros estadísticos siempre incluyen la frasecita siguiente: “Data provided by Equatoguinean authorities, and staff estimates and projections” – datos suministrados por las autoridades ecuatoguineanas, estimaciones y proyecciones del personal del Fondo. Así que, se trata de datos oficiales del gobierno de la República de Guinea Ecuatorial. Es importante hacer esta aclaración para evitar que más tarde se diga que los he inventado para dar mala imagen al país, que es también mi país. Como se dice, “la experiencia es la madre de la ciencia”. Hechas estas aclaraciones, vayamos al grano.

La mejor obra de Adam Smith, para mí, no es la archiconocida “La Riqueza de las Naciones” sino la desconocida “La Teoría de los Sentimientos Morales”. Esta es una obra maestra que establece las bases éticas, psicológicas y filosóficas de los posteriores trabajos de Adam, incluyendo la mismísima “La Riqueza de las Naciones”, y aborda aspectos importantes de la experiencia humana como la simpatía, la venganza, la pasión, la moral, las costumbres, el egoísmo, el placer,… La Vanidad. De esto último quiero hablar porque, como queda dicho y será demostrado, está en la base del drama que vive nuestro país. Por su importancia y para mayor objetividad, tengo que recurrir al padre de la economía para explicar su significado y sus consecuencias. Según este antiguo profesor de la Universidad de Glasgow, la vanidad es “…el fundamento de los vicios más ridículos y despreciables que se conocen, los vicios de la afectación y la mentira común. Se trata de locuras que, si la experiencia no nos enseñara sobre lo común que son, se podría imaginar que el menor brillo de sentido común nos salvaría de ellas. El imbécil mentiroso, que trata de excitar la admiración de los demás sobre la base de aventuras que nunca tuvieron lugar; y el mequetrefe que se da aires de distinción cuando bien sabe que no se trata más que de una mera pretensión, están satisfechos, ambos, sin duda, por los aplausos que esperan recibir. Pero su vanidad es una ilusión que brota de su propia imaginación… Cuando se ponen en la situación de aquellos a quienes creen haber engañado, se ven abrumados por la alta admiración que sienten por ellos mismos. Se miran a sí mismos, y lo saben bien, no a la luz de cómo deberían aparecer ante los demás, sino en la forma que creen ellos mismos que los demás realmente les ven. Su debilidad superficial y su locura trivial les impide dirigir sus miradas hacia ellos o mirarse a través de ese despreciable punto en que sus propias consciencias deberían decirles que aparecen ante los demás,…” Fuertes palabras tiene reservadas Adam Smith para describir la vanidad y a los vanidosos. Y es que la vanidad, cuando no se logra controlar, y muchos no son capaces de controlarla, causa estragos.

En realidad nadie se libra totalmente de la vanidad, cuyo antónimo es la humildad. Pero, como seres humanos conscientes y miembros responsables de una sociedad, moldeados por la moralidad que nos es inculcada desde nuestra infancia, tanto a nivel de la religión (la iglesia), como de la cultura (el hogar), y la educación (la escuela), estamos dotados de instrumentos éticos y morales que no nos permiten guiarnos exclusivamente por la vanidad. Además, están las leyes para ocuparse de aquellos que son exentos de los frenos éticos y morales mencionados que llevan al autocontrol. Ciertamente, no todos disponen de estos frenos éticos y morales en su comportamiento lo cual, cuando la ley brilla por su ausencia, actúan sin escrúpulo alguno en la consecución de sus fines personales definidos por su vanidad. Y si los individuos en cuestión ocupan altos cargos del Estado donde toman decisiones que afectan a todo el mundo y tienen acceso ilimitado a los recursos del país se está ante una situación que solo puede augurar males mayores. Y esto es lo que explica que, a pesar de los enormes recursos generados por el petróleo, que han catapulado a Guinea Ecuatorial hacia el grupo de países de renta per cápita alta, según la clasificación del Banco Mundial, nuestro país todavía languidece en el rango de los Países Menos Avanzados sobre la base de varios indicadores socioeconómicos que exhiben una situación similar a la de Haití. Nuestro país casi se encuentra solito en esta categoría: un PMA con una renta per cápita alta.

Existe la tendencia, que parece acentuarse, de olvidar que la economía es una ciencia social, que estudia el comportamiento humano. Los indicadores económicos reflejan el comportamiento de las personas y no caen del cielo ni brotan mágicamente. Representan la suma total de las acciones de varios individuos en una sociedad en su interacción cotidiana. La cita de Adam Smith pasmada arriba es un recordatorio de la “humanidad” de la economía. Nuestros sentimientos más íntimos así como nuestras creencias influyen directamente en nuestro comportamiento, en las decisiones que tomamos y las acciones que emprendemos. El individuo como agente económico no es un robot, está sumido en una constelación de sentimientos, emociones y pasiones que definen sus gustos y preferencias incluyendo las opciones políticas que adopta. No pretendo predicar, sino ilustrar cómo la vanidad está destruyendo nuestra economía en particular y nuestro país en general. Tampoco intento convencer a nadie a cambiar su conducta ni dejar de hacer las cosas tal como las está haciendo. Hace mucho que me di cuenta que si el cambio de comportamiento no se efectúa en la infancia, ya se hace difícil efectuar después. Es desde la infancia en que se siembra la semilla de lo que uno será más tarde en su edad adulta. El cambio de comportamiento exige grandes dosis de humildad, valentía y voluntad. No es realista esperar un cambio de conducta de un sesentón o setentón, precisamente porque, si no ha adquirido la humildad, la valentía y la voluntad en su infancia, no lo va a hacer a los más de setenta años, cuando ya quedan pocos años de vida y, en su calculo, no tiene nada que perder. De hecho, doblegarse ante la evidencia, aceptar las opiniones de los demás y cambiar el curso de las acciones emprendidas, que son rasgos de un liderazgo eficaz, se interpretan como “bajarse los pantalones”. Efectivamente, si fuera posible el cambio de comportamiento, ya se habría producido con todo el ruido negativo que rodea a nuestro país amen de las fuertes presiones internacionales, con la lluvia de condenas y las denuncias, tanto internas como externas; la inclusión de nuestro país en los peores “rankings” internacionales en casi todos los campos en los que existen tales clasificaciones, en los campos de violaciones de los derechos humanos, la corrupción, la mala gobernabilidad, el negativo clima de inversiones y otros. Se ha permanecido inmutable como si nada simplemente porque las acciones enumeradas son realizadas por aquellos “que no nos quieren y nos tienen envidia porque ya somos ricos y codician nuestros recursos”.

Veamos ahora como la vanidad esta masacrando nuestra economía. El consumo es un importante agregado macroeconómico. Entra en el PIB por parte del gasto y se divide en dos: el consumo privado y el consumo público. Por razones que presentaré más adelante, voy a englobar los dos componentes en uno solo. Normalmente y en su formulación más simple, el principal factor que determina el nivel de consumo es la renta disponible. Se trata aquí de una relación directa y positiva que generalmente se presenta en una función del consumo de la manera siguiente: C = a + bY, siendo C = Consumo (variable dependiente) y Y = renta disponible (variable independiente). Esta función nos dice que a medida que sube la renta disponible, sube también el consumo en una magnitud determinada por el coeficiente b (que es positivo) y viceversa. En su evolución, como consecuencia de una subida en la renta disponible, primero sube el consumo a una tasa creciente, después a una tasa decreciente, para después estabilizarse lo que significa una tasa de crecimiento de cero. En ese punto se habría alcanzado un nivel máximo de consumo a partir del cual ya no puede haber más aumento en el consumo por más que aumente la renta disponible. En términos más simples e hipotéticos, se puede esperar fuertes aumentos en el consumo cuando una persona que gana 100.000 F. FCAs por mes pasa a ganar 1 millón de F. CFAs por mes. Y si esa persona pasa a ganar 2 millones (aumento de 1 millón de F. CFA), sin duda aumentaría el nivel de consumo, pero este aumento adicional en el consuno podría ser menor que aquel que resultó como consecuencia del aumento en el salario, de 100.000 F. CFA a 1 millón de F. CFA (900.000 F. CFA de aumento). Si el salario sigue aumentando, veremos que el consumo de nuestro hipotético funcionario se estabilizaría a partir de un determinado nivel de salario, con lo cual más aumentos salariales pasarían automáticamente a engrosar su cuenta de ahorros. En términos gráficos, veríamos que la curva empieza siendo cóncava hasta alcanzar un punto de inflexión para pasar a ser convexa. Esto es, cuando se trata de una persona normal, racional como este Simple Ciudadano de a Pie que escribe.

Para ser más prácticos, veamos ahora cómo ha evolucionado el consumo desde que se produce petróleo en nuestro país. Según datos disponibles, este agregado macroeconómico ha aumentado de 41,1 millares de F. CFA en 1992 a 2.376,9 millares de F. CFA en 2009, un aumento de 5.683%. Se ve aquí la expresión clara de una rapacidad increíble aun aceptando las exageradas cifras demográficas publicadas por el gobierno. Pero, ¿cómo es que con esta explosión en el consumo más de un 70% de la población sigue viviendo en la pobreza absoluta? ¿Quién protagoniza esta rapacidad? ¿Quién consume? La respuesta está en el muy desigual reparto de la riqueza nacional, donde una minoría acapara la parte del león, con un impresionante poder adquisitivo mientras que el resto subsiste. Por su parte, durante este período la renta disponible ha crecido, de 45,5 millares de F. CFA en 1992 cuando se inicia la producción del petróleo, a 4.148,1 millares de F. CFA en 2009, un aumento de 9.017 % gracias al “Boom”. Vemos, pues, que como consecuencia del aumento vertiginoso de la renta disponible, el consumo también ha crecido vertiginosamente. Pero, uno esperaría que, si cae la renta disponible, también bajaría el consumo, pero, no es lo que ocurre. Por ejemplo, según los datos disponibles, se ve que, cuando ha bajado la renta disponible en 2009, como consecuencia de la caída en la producción de petróleo, de 5.100,7 millares de F. CFA en 2008 a 4.148,3 millares en 2009, el consumo, por el contrario, ha aumentado, de 790.7 millares en 2007, a 2.218,1 millares en 2008 y 2.376,9 millares en 2009. Al reflejar los datos de ambas variables en un gráfico, resulta una curva cóncava que salta directamente hacia arriba hasta 2009 para ambas variables, pero a partir de 2009 la renta disponible tira hacia abajo mientras que el consumo mantiene su concavidad en un crecimiento exponencial. Ello significa que el consumo no depende exclusivamente de la renta disponible, sino que hay otro factor más poderoso pero oculto e invisible: La Vanidad.

Lo expuesto en el párrafo anterior aconseja un retoque de la función de consumo, concretamente para integrar la vanidad como variable independiente. Con esta operación, la función de consumo pasa a tomar la siguiente forma: C = a + bY + cV, donde: C = Consumo, Y = renta disponible, y V = vanidad. La vanidad no se puede cuantificar, aunque bien mirado se le puede atribuir valores cualitativos en forma de variable “Dummy”. Pero, no quiero complicarme la vida, ni la de los lectores. Si mantenemos constante la variable independiente Y y observamos la relación entre V y C, resulta una relación directa y positiva (el coeficiente c es positivo), pero, solo hacia arriba. Y esto es porque la V es tal que, por su naturaleza, no conoce límite hacia arriba y no tiene vocación de bajar además de que se autoalimenta. Así resulta que, con los altos niveles de vanidad observados, tendiendo hacia el infinito, no hay niveles de renta disponible que puedan satisfacer el “hambre” de consumo estimulado por esta vanidad. De hecho, se observa que, cuanta más renta disponible en este contexto de extrema vanidad, el consumo tiende a alcanzar niveles que superan con creces aquellos que vendrían dictados exclusivamente por la renta disponible. Alguien podría argumentar que si el consumo forma parte del PIB, su crecimiento exponencial es bueno para la economía nacional en tanto que contribuye al crecimiento del PIB. Este argumento ignoraría importantes hechos. En efecto, al consumir una porción creciente de la producción nacional, queda una porción decreciente para el ahorro, que es necesario para financiar la inversión, que sí es necesario para asegurar un crecimiento económico sostenido en el futuro. Por lo tanto, lo que estamos observando es la receta para un estrepitoso fracaso en un futuro no muy lejano, especialmente a la vista del ya confirmado agotamiento del petróleo. Durante el “Boom” era posible acelerar el consumo sin grandes problemas simplemente porque la renta disponible también crecía con vertiginosa rapidez, pero, acabada “la fiesta llega la peste”. Y es que, cuando se da prioridad al consumo, se hipoteca el futuro económico del país.

El lugar que ocupa cada individuo en la sociedad cuenta mucho en el modelo que se está dibujando aquí sobre el funcionamiento de nuestra sociedad. Si un ciudadano cualquiera es víctima de la vanidad, ello no tiene ninguna consecuencia para el resto de la población, acaso en su entorno más inmediato. Pues, allá él con sus frustraciones de no disponer de recursos para satisfacer su vanidad. Pero, ¿qué pasa si el que está condenado por la vanidad a consumir sin límite se encuentra en la cúspide del aparato estatal, tiene a su alcance los recursos del Estado y toma decisiones que afectan a todo el mundo? La cosa cambia mucho y ocurren muchas cosas, entre ellas las siguientes: a) se privatiza el Estado para el consumo personal, b) desaparece la separación entre los bienes públicos y los bienes personales, c) se vacía de contenido las instituciones del país, que se convierten en meras sombras de lo que deberían ser, d) se instaura un poder omnímodo sostenido por el uso del terror y el culto a la personalidad. Es en este contexto que la distinción que se hace en la contabilidad nacional entre el consumo privado y el consumo público pierde sentido, como ya adelanté arriba. Además, por esta vía, se introducen fuertes distorsiones en el sistema económico nacional y el mecanismo de los precios, que guía la actividad económica en un sistema de economía de libre mercado, queda perfectamente amputado. Efectivamente, en tal sociedad no se le valora a uno por lo que produce, sino por lo que consume. Cuanto más consume uno, mas valoración se le otorga independientemente de cómo ha conseguido los recursos que le permiten consumir. Y se consume más cuanto más alto se encuentre uno en la escalera del poder. Y cuando la vanidad se instala en el poder, éste solo se utiliza como una avenida para satisfacer el deseo de adquirir importancia y satisfacer el orgullo personal así como el simple afán de ser considerado la persona más importante del país. No se está en el poder para engrandecer el país ni mejorar el bienestar del pueblo. Asi lo dicta la vanidad.

Las consecuencias negativas de la vanidad no se detienen en lo expuesto en el párrafo anterior. La vanidad es también la razón por la que tenemos una economía improductiva, resultando en tal situación que se importa todo lo que se consume, y lo que se importa no refleja las necesidades reales del país sino de aquellos pocos en cuyas manos se halla la riqueza nacional y ostentan un gran poder adquisitivo. Esta tendencia se extiende también a la asignación de los recursos nacionales, a favor de obras visibles llamadas “infraestructuras”, pero que no guardan relación alguna ni con la economía nacional ni con el bienestar del pueblo, en detrimento de lo que realmente se necesita, como las escuelas, los hospitales, el agua, la salud, el saneamiento, etc. Precisamente, no debería sorprender a nadie si algún día de esos se nos presenta otro “Avión del Pueblo” en la forma de un Airbus 380 para engrosar la impresionante flota de “Aviones del Pueblo” que ya incluyen piezas magnificas como el Falcon y el Boeing 757. Y por qué no, ya que se está obsesionado con las “infraestructuras”, se podría también pensar, si los recursos lo permitieran, en la construcción de un puente o mejor aún un túnel que uniría la isla de Bioko y la Región Continental. Sería una excelente obra faraónica del tipo que tanto gusta. No hay límites, si hay recursos en las arcas del Estado. ! Qué bien seria viajar de Malabo a Bata o de Bata a Malabo en un Lamborgini o un Bugatti Veyron o un Maserati! Ahí estará la infraestructura faraónica para que todo el mundo lo vea y rinda pleitesía.

Las figuras políticas son muy visibles en las sociedades africanas y tienen una fuerte incidencia e influencia en las personas. La población tiende a emular los comportamientos de las figuras políticas tanto por la costumbre que tienen éstos de echar largos discursos y realizar frecuentes giras a lo largo y ancho del territorio nacional y por el uso del terror. Y si el comportamiento viene determinado por la vanidad, pues, los modos del poder son automáticamente emulados y asimilados por una parte importante de la sociedad. No hay que olvidar que los que hoy tienen menos de cuarenta años no conocen otra cosa ni tienen otro punto de referencia. Una mirada a la pirámide de población no deja lugar a dudas: se trata de la mayor parte de la población que encuentra normal los modos de hacer que predominan en nuestro país. Es así que se observa una desenfrenada carrera hacia la consecución de objetos materiales jamás visto en la historia de nuestro país: todo el mundo quiere ser rico en poco tiempo pero sin hacer lo que en otras latitudes se hace para alcanzar tales fines. No existe freno alguno en cuanto a los métodos utilizados para conseguir dinero fácil. Todo el mundo quiere ser ministro sin reunir las condiciones necesarias para asumir tal responsabilidad. Y por qué no, dadas las cualificaciones de algunos ministros emblemáticos que hemos tenido y seguimos teniendo, se trata de una legítima aspiración. Y es que ser ministro en nuestro país no guarda ninguna relación con las responsabilidades que comporta tal cargo. El objetivo es simple, claro y práctico: tener acceso a los recursos del Estado y consumir para la ostentación tal como se ve hacer a los que ya están ahí.

Dado lo arriba expuesto, se ve claramente que el problema de Guinea Ecuatorial no es político, ni cultural (como sostendrían los profetas del Eurocentrismo), ni étnico (como sostienen los promotores de la actual corriente anti-Fang), sino psicológico pero con graves consecuencias políticas, económicas, sociales, étnicas y diplomáticas (pues, tenemos una mala imagen en el exterior). Y esto es lo que complica las cosas y hace que la solución sea imposible en el contexto actual. Porque la vanidad, cuya raíz en latín significa “estar vacio”, es la manifestación de problemas psicológicos más profundos. Se trata en realidad de una grave patología, que los psicólogos anglosajones denominan “Narcissistic Personality Disorder”. La relectura de la descripción de la vanidad que ofrece Adam Smith permite catalogar la patología descrita como narcisismo o el excesivo deseo de admiración de uno mismo y de reafirmación. El bajo nivel de autoestima y de autovaloración, el rencor, la bipolaridad, la megalomanía, el ganar todas las elecciones con unos resultados próximos al 100% del escrutinio, una enfermiza inseguridad, la desconfianza en aquellos que no sean parientes próximos son otras manifestaciones de esta patología. Puede traerse a colación la cita de Adam Smith plasmada arriba y utilizarla como barómetro para apreciar lo que se está desarrollando ante nuestros propios ojos. Las incesantes alabanzas y loas, la permanente adulación, los cánticos laudatorios tendientes al endiosamiento de un ser humano llenarían de vergüenza a una persona normal. Sin embargo, en su día se nos obsequió con un “soy un monumento nacional que hay que preservar…”, y el reciente fusilamiento de cuatro ciudadanos se ha justificado en que “eran un peligro para mí y mi familia”, como no podía ser de otra manera cuando se trata de la vida de un señor que “está en contacto permanente con Dios y puede decidir matar a quien quiere y cuando quiere sin que nadie le diga nada, porque el mismo Dios, con quien está en contacto permanente, es el que le ha dado este poder”. Y así se preserva “el monumento nacional” en los nombres de escuelas y de las calles así como la exposición de fotos en todos los edificios y lugares públicos y los hogares privados; en la parafernalia partidista con imágenes de lo mismo, todos ellos llenos de superlativos a lo “Nkuku Ngbendu wa Za Banga” del autoproclamado “Mariscal” Mobutu, a lo “Empereur de Centrafrique par la volonté du peuple Centrafricain, uni au sein du parti politique national, le MESAN”, del también autoproclamado “Emperador” Bokassa, y a lo “His Excellency Sheikh Professor Alhaji Dr. Yahya Abdul-Azziz Jemus Junkung Jammeh”, como se hace llamar ahora el “Curandero” de Gambia, como se puede ver en el sitio oficial de la Jefatura del Estado que se pega aquí: http://www.statehouse.gm/president.html. Si esto no es locura no sé que es.

Y para terminar y a modo de conclusión, me queda decir que he intentado, en los párrafos anteriores, identificar y examinar ampliamente la génesis de nuestro problema. Y como se ve, “no se puede pedir peras al olmo”. En una conferencia que hice en la UNED Malabo en 1994 sobre el petróleo dije, entre otras cosas, que no hacía falta iniciar la producción del petróleo. La reacción de algunos participantes fue de decepción, en el sentido de que: “hemos sufrido mucho y durante mucho tiempo, ahora que se ha presentado la oportunidad de avanzar tu nos sales con una propuesta como esta…” Mi propuesta estaba fundamentada en la observación. No era cierto lo de “la crisis económica mundial que azota a todos los países del mundo” que se repetía machaconamente en los discursos como explicación a la crisis que vivíamos en aquellos momentos. Tampoco era cierto que no se podía hacer mucho por falta de recursos. El cacao, el café, la madera y la pesca generaban importantes ingresos y actividad económica así como empleo como para garantizar unos respetables y decentes niveles de vida a la población. Además, recibíamos importantes volúmenes de ayuda externa que, en algunos años, superaron los 200 millones de dólares. Sumando las exportaciones más la ayuda externa, que representa la disponibilidad de recursos externos, obtenía una cifra que superaba la suma de las importaciones mas el servicio de la deuda externa, que representa la necesidad de recursos. Y si había una “crisis económica mundial que afecta a todos los países del mundo”, sus efectos todavía no se hacían sentir, por lo que teníamos espacio para maniobrar. El problema de entonces, como sigue siendo el caso actualmente, es la mala gestión de los asuntos nacionales, económicos y de otro tipo como consecuencia de la vanidad que no es más que la punta del iceberg de profundos trastornos psicológicos. Y cuando han llegado los recursos gracias el descubrimiento y producción del petróleo, estos se están desperdiciando en aventuras mal concebidas pero que satisfacen las ansias de admiración y de reafirmación, de ser el hombre más importante del país, en primera instancia, después “primo inter pares” en la subregión y en el continente africano, para culminar en la creación del “Grand Prix” para adquirir status internacional. El país no es más que una vaca para ordeñar y sus ciudadanos unos “perezosos” que no quieren trabajar. Y ¿Qué hacer para salir de esta situación? No lo sé, no soy un psiquiatra.

Agradeceria comentarios a este articulo. Enviarlos a mi direccion privada: FAbaga@msn.com

Fernando ABAGA EDJANG
(Simple Ciudadano de a Pie, que se expresa estrictamente a titulo personal)

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